Existe un agente desconocido que está afectando enormemente a la subida de precio que está viviendo el sector eléctrico en estos últimos meses: el precio del CO2.
Desde el 2014 la Unión Europea se ha dedicado a establecer objetivos con la finalidad de frenar el calentamiento global. Estos se recogen en el Régimen de Comercio de Derechos de Emisión, que limita las emisiones emitidas por instalaciones de alto consumo energético. Las emisiones de CO2 por parte de estas empresas deben pagarse, además de adquirir los derechos de emisión en el mercado. Esto supone un avance para el cuidado de medio ambiente, pero un coste a mayores en los precios del producto final.
A lo largo de los años, el precio del CO2 ha aumentado de manera exponencial. En marzo de 2020 alcanzaba el máximo de 24,17 euros, y a finales del mismo año ya superaba los 30 euros. Que una empresa que contamine tenga que pagar por ello es un gran avance, sin embargo nada impide que este aumento de costes se vea reflejado en el incremento del precio de la luz y el gas, campo del que, por desgracia, todos somos consumidores.
Actualmente, la producción renovable no es una alternativa viable para las empresas del sector energético a causa de la gran demanda existente. Debido a que no existe una opción menos contaminante e igual de eficiente, las empresas de energía tienen que seguir produciendo en las centrales de ciclo combinado. A pesar de esto, el hecho de que el precio del CO2 se traslade al de la electricidad cumple dos funciones muy importantes:
- Incentiva la investigación por parte de las empresas de energía para buscar alternativas viables y rentables que supongan un consumo menor de CO2
- Da un aviso sobre lo inviable de utilizar combustibles fósiles como el gas natural para la producción de energía. Este, como el carbón, emite dióxido de carbono por el que se tiene que pagar el canon de emisión.
La Unión Europea apuesta por la plena descarbonización en 2050, lo que explica la constante subida del coste de emisiones de CO2. En la teoría es una medida que a la larga funcionaría a la perfección, aunque en la práctica, la situación actual, los consumidores están cada vez más descontentos con la infrenable subida del precio de la luz.